jueves, 23 de julio de 2015

Y CUAL ES EL ROL DEL MAESTRO, PROFESOR, EDUCADOR...

Del maestro al mediador

Hoy día ya no solamente la sociedad ha evolucionado, sino los oficios. El digno rol del maestro (profesor o docente), es identificado como de facilitador, motivador, mediador; ya la figura de quien enseña ha bajado del pedestal inalcanzable del conocimiento-autoridad y se ha difuminado con los estudiantes y aprendices, formando un equipo de aprendizaje. Esto lleva a la necesidad de comprender el acto educativo desde sus raíces sociales y comunitarias.
La educación es un fenómeno social, una idea asumida por todos aquellos que algo tienen que decir acerca de ella. Ya en sus albores la sociología se ocupaba de ello: Émile Durkheim lo aclaraba de la siguiente manera "la educación común es función del estado social; pues cada sociedad busca realizar en sus miembros, por vía de la educación, un ideal que le es propio". De ahí también la importancia política de la educación: la posibilidad de establecer un determinado orden social descansa en la forma cómo los ciudadanos entienden el rol de la sociedad, de sus organizaciones y de ellos mismos dentro de este sistema de relaciones; y esa forma de entendimiento sólo es posible de lograr mediante la educación de las personas. Hablamos entonces de la construcción del espacio social, es decir, de esa realidad invisible que no se puede mostrar ni tocar con los dedos y que organiza las prácticas y las representaciones de los agentes de una sociedad. Lo anterior sólo es posible mediante un proceso de transmisión de conceptos de persona a persona, de un educador a un educando a través del cual se van asimilando las particulares maneras de entender el mundo que cada sociedad y, por ende, cada cultura ha asumido para sí.
Ahora bien, el hombre, ser social por naturaleza, se hace -o rehace- en la medida en que es educado. El proceso de aprendizaje humano desde el punto de vista de su incorporación al mundo, bajo la idea de que su naturaleza social no basta para adaptarlo a la vida organizada con otros seres humanos, pues no hablamos de organizaciones sencillas, sino complejas, cargadas de historia, valores e intrincadas significaciones, "en sociedades tan vastas como las nuestras, los individuos son tan diferentes los unos de los otros, que no hay, por así decir, nada de común entre ellos, salvo su cualidad general de ser hombres" decía Durkheim. Pues bien, así mirada la educación lo que propone es la construcción de un "hombre nuevo", distinto de cómo lo ha engendrado la naturaleza, busca crear un ser social; pues es la sociedad la que nos enseña a dominarnos, a constreñirnos, es también, siguiendo sus necesidades, la que decide la cantidad y naturaleza de los conocimientos que debe recibir el niño y es la que conserva la conciencia adquirida por las generaciones anteriores y también la que la transmite a las nuevas generaciones.
En este aspecto, el capital cultural no se hereda en los genes ni se adquiere por osmosis, es el resultado de un complejo proceso de apropiación en el que la persona es introducida a la cultura por otras personas en una relación dialéctica de construcción del conocimiento. Pues bien, esto se aplica de igual manera al aprendizaje de la docencia. Los profesores, quienes serán los responsables del aprendizaje de sus alumnos, con todo lo que ello implica, son a su vez aprendices de otros profesores, de los que van a recibir las nociones que les van a permitir crear sus propias concepciones respecto de su labor docente y su rol social. Entonces es primordial que se reflexione acerca de sus procesos de formación. El proceso de formación de los estudiantes, para el caso de la formación de los profesores tenemos que tener en cuenta cuál es rol que la educación como fenómeno tenga en la sociedad, la que a su vez va a definir lo anterior según a sus particulares aspiraciones y forma de proyectarse en el tiempo. Pues bien, no es lo mismo esperar de la educación la repetición de un modelo social que preparar un cambio de paradigma, y en este mismo sentido, no es lo mismo un profesor que trabaja por la perpetuación de un sistema, que aquel que lo hace por una transformación.
Lamentablemente las condiciones en las que esto se ha estado dando no son muy promisorias: la hegemonía de un paradigma cultural fundado en el positivismo científico e inspirado en el capitalismo económico ha dado como resultado la presencia de un profesor que se ha limitado a ser un mero transmisor de conocimientos y las instituciones y programas de formación docente han sido la mejor "escuela demostrativa" de la escuela transmisiva, autoritaria, burocrática, que desdeña el aprendizaje. En este sentido, trayendo como resultado variados problemas tanto para docentes, como para estudiantes y para el sistema educativo en general, son de público conocimiento los bajos resultados que el proceso de reforma educacional en Venezuela hacia una conquista concreta de la calidad educativa; a eso se suma que se está frente a un sistema educacional desorientado que busca reinventarse para poder calificar a la par del resto del sistema social en la panacea de la globalización; nos enfrentamos a docentes que no cuentan con los recursos didácticos ni pedagógicos para responder a una realidad que dista de los supuestos teóricos en los cuales fueron preparados, docentes que, desprestigiados socialmente, cargan con el trauma histórico de la indiferencia de las autoridades respecto de sus condiciones laborales, respecto de su dignificación como profesionales que trabajan en la formación de personas, respecto de su postergación social junto con todo el sistema educativo, respecto de su conocimiento del proceso educativo y por ende, de la validez de su opinión respecto de las posibles reformas y su implementación. Hay docentes alienados, ajenos en su mayoría a la información y al debate en torno a los grandes temas de la educación, a las políticas educativas nacionales e internacionales que definen su rol y perspectivas presentes y futuras.
A todas estas, uno de los problemas más sensibles de la formación de los educadores se distingue en las prácticas pedagógicas que se llevan a cabo y lo que hace es caer en el activismo sin sentido, motivado únicamente por el afán de obtener resultados (aprobados), cumplir nuestra función (pasar contenidos) o mantener ocupados a los alumnos para que no causen molestias (disciplina). No hay una mirada que trascienda la cotidianeidad y se proyecte a las significaciones que el trabajo docente contiene, que se detenga, no solamente en las estrategias y en las didácticas propias de la enseñanza, sino que analice los precedentes de análisis y el establecimiento de una reflexión y crítica en la práctica educativa; es necesario elevar la conciencia social y cultural que lleva consigo el ejercicio de la docencia, hay que superar la inquietud por trascender y hacerlo de buena manera, y eso se aprende. La formación docente no puede ser una revisión de fórmulas didácticas o un adiestramiento en disciplinas específicas, tiene que ser el espacio que acoja la inquietud del profesor por trascender, el lugar en donde, mediante la reflexión, pueda aclarar su posición respecto de la problemática educativa, su rol en la dinámica social, su forma de entender el mundo. Debe ser el espacio en donde el profesor pueda hacer conciencia de sí mismo, de su labor y del mundo y pueda confirmar su compromiso con sus alumnos y su proceso de aprendizaje, un compromiso responsable con lo que sus existencias puedan llegar a ser.
Ahora bien, la formación no comienza en la universidad con la habilitación profesional del profesor, es un continuo que comienza cuando el docente o futuro docente es estudiante en la escuela primaria o antes inclusive, considerando una actitud ante el mundo, una forma de entender las relaciones sociales que implica una conciencia y un compromiso, y eso viene desde muy largo. Así entendido la responsabilidad de la formación de los docentes es una doble responsabilidad, pues afecta a los estudiantes en cuantos estudiantes y en cuanto a futuros docentes que a su vez multiplicarán su particular forma de entender la práctica con otros cientos de estudiantes más. Debemos saber, además, que el continuo formación docente no termina con la titulación del profesor, sino que se extiende por toda la práctica educativa, incorporando tanto los saberes sistematizados en la llamada formación en servicio -o continua- y los saberes extraídos de la práctica en sí, los que se incorporan como experiencia, sumándose a los saberes propios de la persona que ejerce el oficio docente y que abarcan un espectro más amplio que la pura educación.
En concreto, el profesor debe ser capaz de incorporarse a la sociedad, a la interacción con otras personas y a la institucionalidad que las organiza, para estar en condiciones de convertir a la escuela en primer espacio público del niño, creándole posibilidades de percibir, vivir y actuar, interactuando con las múltiples relaciones que permean toda la sociedad. En la medida en que el profesor ha aprendido a participar y comprometerse va a tener la capacidad de enseñar a sus alumnos a integrarse a la sociedad y al mundo, de manera que cada quien pueda resguardar su propia individualidad y no hacerse una víctima de la enajenación. Pero hay que tener muy en cuenta que esto, que significa una forma de ver al mundo, se aprende de la cultura, de otras personas.

EDUCACIÓN COMPARADA EN LATINOAMERICA

LA EDUCACIÓN COMPARADA EN
AMÉRICA LATINA: SITUACIÓN Y
DESAFÍOS PARA SU CONSOLIDACIÓN
ACADÉMICA
Norberto Fernández Lamarra*
Marcela Mollis**
Sofía Dono Rubio**
I. LA SITUACIÓN EN AMÉRICA LATINA: UN BALANCE POSIBLE
Este artículo aspira mostrar la evolución en las últimas décadas de la Educación
Comparada en América Latina, una disciplina con una limitada presencia académi-
ca en la región, sobretodo en los programas universitarios de formación grado.
Desde el punto de vista de la investigación en Educación Comparada, hubieron des-
arrollos significativos como los que inició Teixera en Brasil, Gustavo Cirigliano y
Ángel Diego Márquez en Argentina que no alcanzaron para impulsar programas de
posgrado y proyectos de investigación tan relevantes como los del norte desarrolla-
do. Desde el punto de la enseñanza, la disciplina también ha sufrido una evolución
intermitente con una relativa presencia en las cátedras durante las décadas del 70 y
del 80 aunque bajo el predominio de los enfoques clásicos (descriptivos) de la
Educación Comparada. Como se analizará más adelante para Argentina y para
Brasil, es una asignatura «cuasi» ausente de los planes de estudio para formar edu-
cadores en el grado. Del relevamiento virtual
1
se puede observar que la asignatura se
presenta bajo diferentes denominaciones: «Educación Comparada» —en algunos VER MAS

What is wrong in the American educational system?



Problems and Weaknesses in the American Educational System


Education in America is not as effective as it should be because of a number of problems inherent within the system. Because of the way issues of political and social differences have infiltrated educational policy and decision-making, students are not being offered a sound way of dealing with diversity or understanding how to manage differences. Furthermore, in the midst of more large scale debates centering upon sociopolitical questions, there are more concrete problems that are not being dealt with such as the issue of cheating in schools and even the imbalance and potential unfairness of the grading system.
In many cases, it seems that the problems in the schools are related to an inability to make important decisions about the future of education in America. Instead of focusing on the areas of true and immediate significant importance and value, time is being wasted by infighting and indecision. Instead of wasting time of these debates, the larger issues that have an effect on the system as a whole and outcome of educated young people should be addressed and these other side arguments should be saved until a time comes that education in America is improved.
One of the problems with the American education system is that it has yet to form a consensus about the role of religion in the classroom. While this is not a statement meant to argue whether or not religion has a valid place in the public schools, it is fair to state that this is certainly an area of contention as opposing sides attempt to standardize how religion is treated, particularly in textbooks. Because of a lack of agreement, proponents on both sides use litigation and other actions to determine religion’s status in schools and this has caused textbook publishers and other educational entities to have to take a dramatic stance. For instance, some argue that the efforts to stay away from this debate “has pushed textbook publishers to excise religion altogether, even from history class. It is not just the teaching of religion that has become taboo…It is the teaching of religion” (Goodman 1). No matter where one stands in the midst of this controversy, it is necessary to at least admit that a large portion of Western history revolves around religious ideas.
As a result of this fact, it seems as though these textbook publishers who are afraid to include anything of a religious nature are doing students a disservice since they are denying the legitimate reasons for many historical and social truths of history. In other words, political correctness and oversensitivity about religious issues have clouded education and caused students to have a rather skewed view of society since they are only being offered a rather whitewashed version of it. When Goodman suggests that American schoolchildren need to be taught the importance of diversity by stating, “it is not that Americans deny their differences or always resolve them, but that we have managed, until now, to live with them” (1) she makes an important point about diverse thinking. As her statement also makes clear, American education cannot gloss over history and society without cheating students out of a deeper understanding of differences in opinion. By offering young people only one narrow way of thinking because of political reasons, it limits their scope and ability to deal with such social difference later in life.
Education is not becoming more ineffective simply because of political wrangling about the role of religion in schools, but also because there is a lack of understanding about moral issues, such as plagiarism. While its another argument entirely about whether or not the two are interdependent in some ways (religion and simple morals/ethics) it is noteworthy that there is a lack of ethical stringency in schools. When it has been suggested that out of the top American students many cheated and had ambivalent views about it, it becomes clear that there is a lapse in ethical lapse in the system itself. According to one of the statistics in “Their Cheating Hearts” by William Raspberry, “80 percent had engaged in academic cheating and thought cheating was commonplace. Moreover, most saw cheating as a minor infraction” (Raspberry 1).
It is not just that so many students are cheating but that so few think it is not a major issue. Even still, as Raspberry notes, many of them contend that they would wish to live in a community where people “adhered to the highest ethical standards” (1). This disparity in what students believe about plagiarism and what they practice highlights a significant shortcoming in the education system since it seems it only teaches young people what is wrong but does not perhaps address how they should apply this to their lives. Again, one must wonder if the fear of controversy over moral issues has extended so far that it is shortchanging students of valuable information that will allow them to make informed, responsible, and ethical decisions. Instead of getting caught up in debates of great magnitude (the role of religion in schools, for instance) these questions should still be posed but should also take into account that children need to be taught important ethical lessons while the argument rages on.
Another important issue that must be addressed in order to help save the deteriorating state of the American educational system is that of the grading system. Educational researchers, students, and teachers at all levels have confronted the issue of possible imbalance in the system even though, according to one opinion, “No one has ever demonstrated that students today get A’s for the same work they used to receive B’s or C’s” (Kohn 1). In other words, even though there is an ages-old debate about the grading system it is generally something that comes and goes yet is without a great deal of merit. In many ways, it seems as though there is a great deal of time being wasted within the educational system (on the part of educational researchers, critics, students, and even teachers) about this supposed problem. Instead of focusing on legitimate issues (such as cheating) again it seems there are useless or debates that cannot be won that are taking up precious time and resources. Furthermore, just as in the case with the problems arising from religious debates in schools, the question of political correctness is in the background as thinkers wrestle with the possibility of grade inflation and what is defined by “too much concern about the students’ self-esteem” (Kohn 1).
These more ethereal questions are being posed when the real problem lies in the fact that there is no consensus about this issue among others. This is another clear case of the educational system failing because no one can agree about important factors affecting education in America. Although it would be impossible to claim that is one standard by which students would be judged, wasting time on this debate detracts from more important issues such as how to improve testing scores, how to make sure students are maximizing their educational experience, and whether or not the system is attempting to make better citizens out of young people.
Even though all of the problems that have been addressed thus far are important, it is necessary for thinkers to look at and offer commentary on larger societal education issues. In the case of academic dishonesty there is a move to look at how students view the issue from a larger cultural/social perspective and this should occur in other educational debates as well. While it would be a massive undertaking to change the way high schools function at this point when the system is already weak, Botstein observes how culture and social changes are having an effect on even the most basic assumptions we have about schools. For instance, “The primary cause for the inadequacy of high school rests with irreversible changes in adolescent development” (Botstein 1). While this is biological since adolescents come to maturity more quickly than they did in the past, it is also a matter of culture. Influences ranging from the home to the media are making adolescents feel like actual adults and thus perhaps high school is outdated since “High school was designed to deal with large children. It is now faced with young adults whose adult behavior has already begun” (Botstein 1). This kind of thinking moves the questions about how to fix education forward since it accounts for new developments with the focus of the schools—the young people themselves as opposed to the theorists and proponents of morally or politically-based arguments.
It is clear that there are serious problems with the modern American educational system. As it stands, the solutions to the problems inherent to the American system of education are within reach if there could be common agreement about what some of the basic needs of students are instead of the less concrete concerns. Still, it is important to recognize that all the theories that have been put forth about what is wrong with schools are still important, but that they must not overshadow the commitment to making education more effective in the here and now. If culture and the rapidly changing state of society can be taken into account, new ideas about education can be useful. If, however, debates rest on stagnant arguments that cannot ever be won by either side without even slight consensus, then education will continue to suffer.
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Works Cited
Botstein, Leon. “Curtailing High School: A Radical Proposal.” To the Point: Reading and Writing Short Arguments. Ed. Gilbert H. Muller, Harvey S. Wiener. New York. Pearson Education Inc, 2005.
Goodman, Ellen. “Religion in the Textbooks.” To the Point: Reading and Writing Short Arguments. Ed. Gilbert H. Muller, Harvey S. Wiener. New York. Pearson Education Inc, 2005.
Kohn, Alfie. “The Dangerous Myth of Grade Inflation.” To the Point: Reading and Writing Short Arguments. Ed. Gilbert H. Muller, Harvey S. Wiener. New York. Pearson Education Inc, 2005.
Raspberry, William. “Their Cheating Hearts.”   To the Point: Reading and Writing Short Arguments.Ed. Gilbert H. Muller, Harvey S. Wiener. New York. Pearson Education Inc, 2005.

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